Una doctora española reflexiona para América Latina sobre su experiencia ante el coronavirus

Internacional

Tras su experiencia personal en España, una doctora de Médicos Sin Fronteras brinda sus reflexiones a los profesionales de la salud de América Latina y el Caribe, donde se espera pronto el pico de la pandemia. La epidemia requiere dos pilares: por un lado, el control de casos y el tratamiento de los casos, y para eso hace falta que los hospitales se restructuren, se preparen para recibir la oleada.

La pandemia de COVID-19 ha puesto en jaque algunos sistemas de salud considerados entre los más sólidos del mundo. Tal ha sido el caso de Madrid, donde la cantidad de pacientes que requerían atención urgente sobrepasó la capacidad de atención de los hospitales y contagió a miles de trabajadores sanitarios.

La doctora Paula Farias, integrante de Médicos Sin Fronteras se encontraba en España cuando esto ocurrió y, junto con sus colegas de la organización que estaban en el país por motivos personales, se apresuraron a poner en práctica su experiencia en escenarios de crisis, esta vez en un país occidental.

Con la embestida de la pandemia en puerta para los países de América Latina y el Caribe, Paula Farias, coordinadora de Médicos Sin Fronteras para el COVID-19 en las comunidades españolas de Madrid, Castilla La Mancha y Castilla León, habló con Noticias ONU y ofreció sus reflexiones a los trabajadores sanitarios de la región.

¿Qué recomendarías a los trabajadores de salud en América Latina ahora que los países de la región están por entrar en la peor fase de la pandemia?

Nosotros, como Médicos Sin Fronteras trabajamos en muchos países con sistemas sanitarios muy frágiles que suelen colapsar. No se trata de intentar hacer más de la misma manera, sino que hay que cambiar la forma de hacer las cosas. No se trata de aumentar las camas ni de aumentar los recursos, que también debe hacerse, pero se trata sobre todo de entender que hay que hacer las cosas de otro modo. Por ejemplo, las urgencias en Madrid colapsaron en el pico de la pandemia y no se trataba tanto de sumar más camas sino de manejarlas de otra manera, como por medio de estructuras diáfanas que permiten, con menos recursos humanos, con menos personal, gestionar un mayor número de pacientes.

Todo este tipo de cambios, que son cambios estructurales para hacer las cosas de otra manera, cuando estás en un país con un sistema frágil que sufre epidemias repetidas, se activa fácilmente. Entienden que es una emergencia y que hay que hacer las cosas de otra forma. Es mejor hacer algo rápido y reactivo, simple y entendiendo que la prioridad es salvar vidas y que la perfección es enemiga de la reactividad.

¿Sería más adecuado que la decisiones fueran tomadas por los médicos que por los políticos?

Dentro de los mismos hospitales, en el hospital tiene que haber un mando único COVID-19, que todas las decisiones del hospital se tomen de una forma reactiva. También entre los médicos hay muchos estamentos burocratizados. La respuesta tiene que ser simple en cuanto a estructura, tiene que haber una línea muy directa y vertical a todos los niveles: hospitalario, comunitario y nacional. Todo el que no esté directamente conectado con la respuesta debería hacerse a un lado y dejar que hubiera una gestión ejecutiva.

Hay que entender que la prioridad es salvar vidas y que la perfección es enemiga de la reactividad.

Pero existen los protocolos ¿se deberían simplificar, se deberían adecuar a cada hospital, a cada instalación sanitaria?

El protocolo del COVID-19 es muy sencillo, es una enfermedad muy sencilla, demoledora, pero es una enfermedad respiratoria. La epidemia requiere dos pilares: por un lado, el control de casos, el tratamiento de los casos, y para eso hace falta que los hospitales se restructuren, se preparen para recibir la oleada, entiendan que las cifras los van a sobrepasar y que generen espacios dentro de sus propias instalaciones para aguantar esa embestida, aumentando el número de camas, pero también planteándose estructuras más diáfanas para poder manejar con el mismo personal a muchos más pacientes.

Cuando dices estructuras diáfanas, ¿qué hay que hacer concretamente?

Un hospital dice: voy a duplicar las camas en las habitaciones Eso te requiere mucho personal porque a la gente la tienes separada. Sin embargo, si habilitas un polideportivo, un gimnasio o, en algunos hospitales aquí hemos convertido las cafeterías en zonas de hospitalización, así, con dos enfermeras controlas a 40 pacientes, mientras que si los tienes en habitaciones necesitas mucho más personal.

Otro de los temas clave es establecer circuitos limpios y circuitos sucios de manera que no se produzcan contagios entre los pacientes y entre el personal. Y eso hay que estructurarlo antes de que se colapse la urgencia, antes de tener esta sobrecarga de pacientes.

¿Esto se logra con los equipos de protección personal?

Por supuesto, los equipos de protección personal son necesarios, pero también tiene que saberse cómo usar esos equipos y tiene que haber zonas limpias y zonas sucias. Tú no puedes estar todo el tiempo con el equipo de protección personal porque entonces también puedes contagiarte. Son dos cosas: el equipo de protección personal, saberlo usar, y saber establecer en los hospitales los circuitos limpio y sucio. Eso digamos que es eslabón del manejo de casos, pero luego tenemos el otro pilar de la respuesta, que es tratar de contener la expansión de la epidemia, lo que tiene que ver con las medidas de confinamiento que se han puesto en marcha en tantos países. Las medidas de distanciamiento físico y de tratar de proteger, sobre todo a la población más vulnerable, que son las personas mayores.

Hay que encontrar la delgada línea. Si pensamos solo en la enfermedad, lo ideal es que todo el mundo se quede en casa, que nadie salga, nadie se mueva, pero claro, eso colapsa un país. Entonces ¿cómo se desconfina? Ese es un ejercicio delicado, es una ecuación en la que hay que meter las dos cosas: la necesidad de que los países se vuelvan a poner en marcha, España lleva un mes totalmente parada, y hay que ir encontrando cómo ir desconfinando, entendiendo que lo ideal sería, por supuesto, quedarnos todos en casa hasta que la epidemia desaparezca, pero que eso no va a ser posible, entonces habrá que aprender a convivir con ella, ¿cómo? Respetando la distancia social, haciendo ese ejercicio de civismo, de dejar de pensar en la individualidad y pensar que todos somos parte de un problema y de una solución, y entender que los mayores tienen que ser considerados población vulnerable y seguirlos protegiendo de una forma más extrema.

¿Qué recomendación en el campo emocional o psicológico le darías a tus colegas sanitarios de América Latina y el Caribe?

Cuando estás en urgencias estás tan ocupado que no te paras a reflexionar, pero luego te vas a tu casa y te llevas el día y te llevas los muertos y te llevas las decisiones y te cuestionas si has tomado las correctas. Mi recomendación es la misma en la que nos refugiamos en Médicos Sin Fronteras cuando hemos estado en situaciones en las que se te muere mucha gente, hambrunas en las que se te mueren muchos niños, situaciones muy dramáticas. La forma de salir a flote de todo eso es quedarte con lo que haces, no con lo que se te queda en el tintero, no quedarte con lo que se quedó sin hacer, centrarte en los que salvas, en los que consigues sacar adelante y tener la certeza de que has hecho todo lo que has podido, que no estaba en tu mano hacer más. Lo conseguido es lo que te tienes que llevar y no lo que se te ha quedado.

La forma de salir a flote es quedarnos con lo que hemos hecho, centrarnos en las vidas que hemos salvado.

La perspectiva en España ahora es que la situación empieza a mejorar, que los casos han disminuido. ¿Crees que podría haber una segunda oleada, no sólo en España, sino en Italia y otros países?

Es difícil de decir, la situación en España es muy irreal porque el país está confinado. El país ahora mismo está parado, está todo mundo en casa, no hay prácticamente contacto comunitario, con lo cual en la fotografía que tenemos ahora mismo es cierto que está contenida la epidemia, pero qué va a pasar cuando toda esa gente salga. Es muy incierto, ¿vamos a ser capaces de mantener las distancias de seguridad, ese civismo que ahora es fácil porque estamos dentro de casa? Una vez que salgamos… los españoles somos gregarios, vamos a ver si somos capaces de que no vuelva a haber un pico.

Los sistemas sanitarios también viven en este momento una situación irreal porque todos los hospitales están dedicados al COVID-19, toda la patología que no tiene que ver con eso ha sido pospuesta. Cuando volvamos un poco a recuperar la vida habrá muchas cosas que se han dejado de hacer y que habrá que retomar. La gente volverá a salir a la calle, volverá a haber accidentes de tráfico, volverá a haber traumatología, volverá a haber infartos, y todo eso va a estresar también el sistema sanitario. Habrá una nueva ola de contagios, eso es evidente ¿va a ser capaz el sistema de estar preparado para esa nueva ola? Esperamos que no vuelva a haber un pico como el pasado, pero habrá uno nuevo, eso es evidente que va a ocurrir.

En América Latina tenemos ciudades muy grandes y pobladas y, además, también tenemos esta cultura gregaria y cariñosa. Está costando mucho adaptarse a las disposiciones de distanciamiento.

Es importante entender que es una urgencia porque, en España por ejemplo, el problema estaba en Italia y aquí estaba todo el mundo mirando para otro lado, el problema llegó a Madrid y fuera de Madrid todo el mundo seguía mirando para otro lado, pensando “conmigo no va”. Yo hablo con compañeros en México, en Colombia, pero no se pueden imaginar, hasta que no tienes el problema encima, la gente no entra en ese modo de emergencia.

Hemos visto cómo Europa lo veía en China como algo ajeno. Hemos visto como uno a uno van cayendo de la incredulidad a estar ya demasiado tarde, ese cambio de discurso de, “esto no es nada” a “¿qué está pasando?” es cuestión de días. Entonces, que se implementen todas las medidas, que se preparen para lo peor y si luego no ocurre, pues bien. Siempre a priori te van a acusar de exagerado y a posteriori te van a acusar de haberte quedado corto, más vale que te acusen de exagerado a que luego te tengas que arrepentir.

Entrevista: Carla García/ONU