Una bufanda, un peluche y supersticiones de 40 años

Deporte

A Dean no le interesaban los cubos de Rubik, las figuras de Star Wars ni los robots de pelea como regalo cuando cumplió los siete años, en octubre de 1980. Quería una entrada para ir con su padre a ver un partido del Chelsea. Su madre se negaba. No hay que olvidar que estamos hablando de la Inglaterra de los 80. Los estadios estaban entonces repletos de hinchas violentos. Pero su padre hizo de abogado defensor, se lo rogó, y su progenitora acabó cediendo.

“No lo olvidaré nunca”, cuenta Dean Fraser-Phillips a FIFA.com. “Iba a cumplir siete años, estaba emocionadísimo. Mi padre me compró una escarapela, un programa, un pastel y una bufanda. El Chelsea jugaba contra el Newcastle y ganamos 6-0. Conservo esa bufanda desde entonces. Mi esposa dice que es mi segunda piel”.

Y sin duda lo ha sido, al haberlo acompañado a más de 600 partidos en 25 países, incluidas dos finales de la Liga de Campeones de la UEFA, dos de la FA Cup y, ya de paso, la final de la Copa Mundial de la FIFA Francia 1998™. Dean insiste en que esta prenda ha traído suerte a raudales.

‘No bufanda, no party’

“En 1993, no encontraba la bufanda”, recuerda. “Entre octubre y diciembre, estuvimos once partidos sin ganar, y perdimos nueve”.

“Un día mi madre me dijo: ‘Aquí estaba’. Así que me la puse, fui al partido y el Chelsea ganó los tres partidos siguientes. Pensé: ‘Esta bufanda es muy especial”, afirma. “Más tarde, en los 90, la perdí en Old Trafford. Pasamos diez partidos sin ganar. En aquella época aún no había redes sociales. Llamé al club para avisar de que había perdido mi bufanda de la suerte, y un hincha me mandó un mensaje de texto para decirme que la había encontrado en un parque”.

“Resultó ser seguidor del Manchester City. Menos mal que no era del Tottenham, podía haberse limpiado el trasero con ella y tirarla a la basura (risas). Ganamos los cuatro siguientes partidos sin recibir goles”.

“Y luego llegaron las finales de la Liga de Campeones. En Rusia, en 2008, jugamos contra el Manchester United. Me quité la bufanda en los penales. John Terry resbaló y falló, y perdimos. En 2012 fuimos al Allianz Arena para jugar contra el Bayern de Múnich. Mi amigo me dijo: ‘Esta es tu bufanda de la suerte, ¿no? ¡Ni se te ocurra quitártela!”.

“Pero hacía bastante calor, así que me la quité. El Bayern marcó. Volví a ponérmela, y marcamos. Fuimos a los penales. Me quité la bufanda. Fallamos el primero. Volví a ponérmela, el Bayern falló dos y ganamos nosotros. Desde entonces siempre la llevo puesta, por mucho calor que haga. Es un amuleto. Soy una persona muy supersticiosa”.

“No digo que hayamos ganado siempre que la tuve puesta, pero en todos los partidos importantes, cuando me la quité nos fue mal y cuando volví a ponérmela nos fue bien”.

Amigo de De Vanna e hincha del Linköping femenino

Durante casi una década, esa bufanda tuvo un amuleto gemelo. En 2011, este poeta, escritor y letrista nacido en Escocia y criado en Inglaterra se marchó a trabajar a Suecia. “Buscaba un equipo de fútbol al que seguir”, cuenta Dean. “Me mudé a Norrköping. Fui a ver un par de equipos masculinos de allí, pero no llegué a sentir ninguna conexión. Me sentí como si le estuviese siendo infiel a mi esposa”.

“Entonces, en 2012, mi gran amiga Lisa De Vanna me dijo: ‘Voy a jugar en Suecia, en Linköping’. Me di cuenta de que lo tenía a unos 20 minutos”.

“Conocí a Lisa cuando vivía en Australia. Fui a ver un partido y me quedé anonadado con ella. Corría como Carl Lewis. Creo que nunca he visto a nadie más dotado físicamente en el fútbol. Es mi mejor amiga del mundo desde hace veinte años. Hablamos todos los días por teléfono. La quiero muchísimo, es una persona increíble”.

Y en el Linköpings estaban Karen Bardsley, Nilla Fischer, Lotta Rohlin, Pernille Harder, Magdalena Eriksson, Jonna Andersson. Gracias a Lisa hice algunas de mis mejores amistades. Fran Kirby, Sam Kerr, unas amigas asombrosas. Y me di cuenta de que me encanta el fútbol femenino. No porque jugase mi mejor amiga, sino porque, en mi opinión, es mucho mejor que el masculino”.

“Mi sobrina me regaló un osito de peluche, lo llamamos Leo. Leo es como mi bufanda del Chelsea en Linköping. Lo llevé a los partidos y ganamos dos títulos de liga consecutivos. Luego me mudé. Lo guardé en un armario. Terminamos séptimos, luego octavos. Mi sobrina me preguntó por Leo, así que lo saqué del armario y lo llevé a un partido. Ganamos cuatro seguidos. Esta temporada, Leo va a ir a todos los partidos, ¡eso seguro! (risas)”.

“Ahora, siempre que voy a un partido del Linköpings, tengo que sentarme en el mismo asiento. Si no, perdemos. Si lo hago, ganamos. El fútbol me ha hecho muy supersticioso también en otros aspectos de la vida”.

El libro de la suerte para el Betis

Y Dean ha contagiado sus supersticiones a su media naranja, Emilia.

“Mi mujer es sevillana, del Betis”, dice. “Tiene un libro de la suerte que lleva a todos los partidos a los que va: The Frying Pan of Spain, de Colin Millar. Un domingo lo llevó a una cafetería y el Betis ganó 2-1 al Madrid (risas)”.

Este libro de la fortuna pronto cumplirá un año. Y el matrimonio de Dean con su bufanda, por increíble que parezca, alcanzará en breve los 40.

“¡Cuarenta años ya!”, dice Dean. “Estoy muy orgulloso de ella. Cuando muera, quiero que la entierren conmigo. Después de mi mujer, es lo que más quiero en el mundo. Es parte de mi imagen. Si me ardiese la casa, sería lo primero que rescatase. ¡Después de mi mujer, claro!”.