Recuerdan familiares, amigos y colegas al escritor Enrique Servín al cumplirse cuatro meses de su fallecimiento

Cultura

Por la ternura de su poesía, su inteligencia excepcional y charla informada, además de su respeto por las raíces indígenas, el escritor, poeta y antropólogo chihuahuense Enrique Servín fue recordado con un homenaje al cumplirse cuatro meses de su fallecimiento, ocurrido el pasado 10 de octubre de 2019 en su estado natal.La Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) reunieron este martes por la noche en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, a familiares, amigos, colegas, alumnos y representantes de instituciones con las que el férreo defensor de las lenguas indígenas convivió y trabajó durante más de cuatro décadas.
Al homenaje asistieron la subsecretaria de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura de la Secretaría de Cultura, Natalia Toledo; la coordinadora nacional de Literatura del INBAL, Leticia Luna; la secretaria de Cultura del estado de Chihuahua, María Concepción Landa García-Téllez, así como Eduardo Federico Servín, hermano del homenajeado, y los escritores Federico Corral Vallejo, Nicandro González y el poeta rarámuri Martín Makawi.
El acto inició con una video-semblanza del escritor chihuahuense nacido en 1958 en la capital del estado, quien estudió Derecho y Antropología social y dominó 25 idiomas, entre lenguas indígenas e idiomas extranjeros.
La poeta zapoteca Natalia Toledo contó que el año pasado Enrique Servín la invitó a dar una plática y una lectura de obra en Chihuahua. Él la recibió en el aeropuerto y la llevó a su casa. “Al verme, me saludó en zapoteco: cómo estás, mujer nube, me dijo. Yo le pregunté si estaba ya aprendiendo zapoteco y me contestó que sí: y estoy avanzado”.
Natalia Toledo le comentó: “Por qué no aprendes las 68 lenguas indígenas que todavía respiran en este país y cuando no quede ningún hablante de ellas vuelas sobre los tejados de México y nos recuerdas de qué estábamos hechos y de qué se trataba esto de hablar una lengua como la zapoteca; por qué no las esparces por todo el país con esa sabiduría infinita que tienes. Él me respondió: creo que ya no hay tiempo. No sabíamos lo que vendría después”.
Con toda humildad —dijo Natalia Toledo— le dedico dos poemas. Tal vez en alguna parte del mundo él esté y me entienda en zapoteco: “… hubo quien colgó en la puerta de tu casa una olla rota y no quiso pagar la fiesta / no supieron los tontos que una flor caída al suelo sigue siendo flor hasta su muerte. También “Cómo olvidar el miedo con que fui despojada de toda certeza / tal vez soy la última rama que hablará zapoteco / mis hijos tendrán que silbar su idioma y serán aves con casa en la jungla del olvido…”.
En su momento, Concepción Landa, secretaria de Cultura de Chihuahua, destacó el valioso trabajo de Enrique Servín: “Fue un hombre de inteligencia excepcional y de decidida dedicación al rescate de las culturas indígenas. Se ganó el respeto a nivel internacional y nos dejó el compromiso de su causa: rescatar y difundir la raíz de nuestra cotidianidad”.
Su hermano Eduardo Federico recordó que Enrique Servín decía que “dejar morir una lengua era como ver arder una biblioteca” y mencionó que un día en la Ciudad de México, Enrique buscó un libro de gramática tibetana, y quien le atendió dijo que no tenía, pero le dio el teléfono y dirección de un experto en el tema que vivía en Chihuahua: Enrique Servín. “Debe de ser un impostor”, le contestó.
Servín nunca se jactó de lo que escribió ni de lo que leyó, dijo por su parte Federico Corral Vallejo, quien fue su alumno y amigo. Por su obra, su humanismo, su lucha, “hoy sería un buen momento para llorarle con las manos llenas de aplausos”, dijo, mientras que el poeta Nicanor González, otro de sus alumnos y amigos, recordó que Servín le insistía en que “habría que sacar canciones de las piedras”, descubrir los secretos del pasado y “volver a ser fuego”.
Martín Makawi, poeta y músico rarámuri, hizo referencia al trabajo y a las enseñanzas de Enrique Servín, quien le llamaba la atención por combinar la lengua materna y el español al momento de hablar, ya que –consideraba— “es un resquicio de colonialismo”, recordó. De la mano de Servín, a lo largo de 20 años, Makawi dio cursos y talleres en la sierra tarahumara.
Luego de leer poemas en lengua originaria y tocar su instrumento llamado chapareque en memoria de Servín, afirmó que él continuará en la búsqueda del sueño de su amigo y maestro: formar una escuela en idioma rarámuri para el rescate y revaloración de las culturas indígenas de Chihuahua.