Papicha, la mirada de Mounia Meddour

Cultura

Con Papicha, la directora argelina Mounia Meddour presenta su primer largometraje, en el que narra la vida diaria de mujeres jóvenes en Argelia en la década de 1990, a través de Nedjma, una estudiante que sueña en convertirse en estilista y lucha por su libertad en plena guerra civil. Presentada en Un Certain Regard, la película compite por la Caméra d’or.

Cuéntenos el origen de su película. 

Papicha es una película que se inspira en mi propia experiencia en Argelia durante la década de 1990. En esa época, era estudiante de periodismo y vivía en una ciudad universitaria muy cercana a la de la película. Esa ciudad universitaria era una especie de microcosmos de la sociedad argelina, con sus obstáculos, sus desilusiones y, paradójicamente, su vida tranquila. Es un tema que me acompaña desde hace mucho tiempo, pero necesitaba tomar distancia e incluso hacer el duelo de esa época antes de poder dedicarme plenamente al tema. Ya cuando me lancé a hacerlo, la escritura de la película fue instintiva. Estructuré el guión en torno al personaje de Nedjma. Sentía deseos de contar la historia de esa chica que, a través de su resistencia, nos lleva hacia un largo viaje sembrado de obstáculos para descubrir distintas faceta de la sociedad argelina.

 

¿Qué aprendió dirigiendo esta película?

Aprendí que hay que creer en sus sueños, en sí mismo, en la singularidad de cada persona, en lo imposible, y a actuar, porque todos somos capaces de hacer de grandes cosas.

 

¿Puede decirnos algo sobre las intérpretes?

Lyna Khoudri encarna a Nedjma, nuestra heroína, fuerte y frágil a la vez. Tiene esa formidable inocencia y esa fogosidad, y también es admirablemente rigurosa y exige la verdad. El personaje más difícil de asignar fue Wassila, su mejor amiga, quien cree en el amor y se vuelve prisionera de un amor imposible. Necesitábamos a una persona extrovertida, natural y espontánea para encarnarla. Nos pusimos en contacto con Shirine Boutella; ella es muy intuitiva y captó perfectamente el personaje gracias a su inteligencia y su deseo de aprender. Y también, Zahra Doumandji, con su alegre sensualidad, y Amira Hilda Douaouda, una actriz sorprendentemente natural.

 

¿Puede hablarnos de su próxima película? 

Después de dirigir Papicha, que transcurre durante la guerra civil en Argelia, sentí la necesidad de continuar explorando ese tema, precisamente la posguerra civil. Mi próxima película, Houria, trata sobre la deslumbrante metamorfosis de una mujer muda y descontenta que logra emanciparse gracias a la danza.

 

¿Cuál es su opinión sobre el cine de su país? 

En Argelia, ver una película en un teatro es prácticamente imposible. La “década negra” y los años siguientes tuvieron efectos negativos en la cultura y el cine. De los cuatrocientos teatros que teníamos, conservamos unos veinte. Sin embargo, los argelinos no desean aislarse del mundo y encuentran alternativas para ver películas; piratería cinematográfica o incluso cineclubes que proyectan clásicos o películas de autor. En Argelia, nos hace falta financiación, técnicos, formación y difusión. Sin embargo, hay una nueva generación de directores emergentes, una “generación espontánea” que lucha por lograr que renazca el cine argelino y que considera que cada película es una urgencia absoluta.