Leonora Carrington utilizó el arte para curarse: G. Weicz

Cultura

“Se me hacía pretencioso escribir mis memorias”, dijo Gabriel Weisz sobre el libro El cuadro invisible. Mi memoria de Leonora. El hijo de la pintora surrealista habló sobre los motivos que finalmente lo llevaron a presentar una biografía de su madre.

En el Museo de Arte Moderno del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) se llevó a cabo la presentación de la obra, el escritor mencionó que hay tantos libros escritos sobre su madre que dicen cosas con las que no está de acuerdo, que en vez de despotricar decidió escribir lo que sentía.

Acompañado por Patricia Argumedo, el autor dijo que el problema es encontrar la memoria, ésta es telegráfica, son momentitos los que uno recuerda; lo primero fue quitarse el bloqueo de la enorme tristeza.

Mencionó que Octavio Paz tuvo mucho que ver con la imagen que se tiene de su madre, poéticamente la llamó bruja y hechicera, sin embargo, comentó, la gente buscaba los calderos y los sapos muertos.

Quise en gran medida evitar las anécdotas y mejor hablar de ella, indagar en el proceso creativo, qué ocurría cuando ella plasmaba sus obras.

Recordó que tenía un pequeño estudio donde las plantas crecían por las paredes, había un gato, un perro, un niño, entre todo eso es que se repartían las actividades de Leonora, no era solamente el taller lo que importaba, afirmó.

Leonora era una persona muy curiosa, quería saber lo que sucedía a su alrededor; si estábamos en México, eran las pirámides, los mercados o el mundo mágico de los mayas lo que atraía su atención.

Sin embargo, a veces también le sucedía que la inspiración no venía y eran momentos angustiantes.

Afirmó que este libro es la culminación de la exposición que presentó el MAM sobre Carrington en 2018, con una curaduría muy impresionante y que tuvo una asistencia de 320 mil personas.

Ante las preguntas de Patricia Argumedo, Weisz empezó a relatar la salida de la pintora de la peligrosa Europa, en la que se perseguía a las personas por su raza e ideas, y donde su madre sufrió en manos de doctores fascistas en España. ¿Quién no se va a sentir angustiado ante una guerra?, preguntó. Lo que vivió fue algo atroz.

Ella utilizó el arte para curarse de todas las barbaridades que le hicieron en el hospital de Santander.

Refirió que Francia tuvo una importancia mayúscula en la vida de Leonora, ya que allí fue donde empezó a conocer el surrealismo. Su relación con Max Ernst y su vida idílica hasta la llegada de los nazis.

Antes ella tenía un universo fantástico basado en los cuentos de hadas, con el surrealismo se abre a una dimensión que no imaginaba, fue como un estallido de pólvora, dijo Weisz, a partir de allí encontró un lenguaje propio.

Recordó que las conversaciones con su madre eran amables y con el ejemplo le demostró que hay que quitarse los convencionalismos si uno quiere sobrevivir como persona. Me enseñó cómo no ser, afirmó.

Otro aspecto que tocó fue el de los animales. Para Leonora los animales eran indispensables, refirió. En muchas de sus pinturas aparecen caballos, pero no se trata de buscar una interpretación psicoanalítica, para ella los caballos eran visionarios, mágicos y tienen que ver con la tradición celta.

Compartió que su abuelo, al que afortunadamente no conoció, era un dictador y ejercía una disciplina feroz, por lo que su madre se rebeló contra la falta de libertad y entró de lleno al movimiento feminista. Nos educó fuera del modelo patriarcal, señaló.

“Extraño su presencia, sus conversaciones. Teníamos una comunicación artística. Ella hacía dibujos y yo construía poemas. Participamos juntos en una película: La mansión de la locura”.

En la presentación del libro dio lectura a un párrafo: “La mayor parte del tiempo la pasabas en silencio. El último cuadro que nos regalaste es invisible, nunca será pintado”. Hasta dónde llegaba el imaginario visual de Leonora, en los momentos en que apenas podía hablar al final de su existencia, de pronto viene este cuadro, un cuadro que nadie verá, finalizó Gabriel Weisz.