La muerte se convierte en el omega de nuestro propio devenir: Eduardo Matos Moctezuma

Cultura

Este 11 de diciembre de 2020, un año extraño por muchas razones, Eduardo Matos Moctezuma, miembro de El Colegio Nacional, llega a los 80 años de edad; Alfredo López Austin, investigador emérito de la UNAM, tiene la certeza de que, en otras condiciones, «hubiéramos sido muchos más» los que habrían participado en el homenaje-festejo al arqueólogo, coordinado por el también colegiado Leonardo López Luján, y transmitido en vivo como parte del ciclo La arqueología hoy.

En este caso, habría que empezar por el final: el festejado tomó la pantalla después de escuchar a los invitados, para recordar que, a los 80 años se está más cerca de la muerte, pero también de la vida: lapso durante el cual ha pasado por cuatro rompimientos que han definido su propia existencia, desde la religión, la familia, el poder y las cosas superfluas de la vida, y ahora, «estoy parado en la encrucijada del quinto rompimiento: la muerte».

«Todo rompimiento da paso a un nuevo estado de cosas, la mayoría de las veces mejores que las anteriores. Cada uno de mis rompimientos significó un cambio cualitativo que me proyectó hacia vivencias superiores», en palabras de Eduardo Matos Moctezuma, quien un día dijo que «sólo al arqueólogo y al poeta les está permitido darle vida a lo muerto.»

«Siempre me gustó la soledad. Hay que saber vivir la soledad, porque en nuestro interior siempre estamos solos; de igual manera hay que saber vivir la muerte, pues se convierte en el omega de nuestro propio devenir: los preámbulos de ella los percibí y por eso están ahí la tarde, el otoño, la soledad… todas ellas arropándome de manera tal que me ayudan a transitar por la vida.»

Crítico como siempre ha sido, el arqueólogo también se refirió al momento que viven la ciencia y la cultura, cuando todo lo que se había erigido se viene abajo: «la ciencia y la cultura son denigradas y no se comprende el valor que tienen para los pueblos, la historia se tergiversa al gusto de los gobernantes, se viven momentos difíciles, tanto por enfermedades, como por la situación económica que prevalece».

Sobre todo porque, dijo, a las instituciones se les quitan los recursos y muchas investigaciones y actividades se han visto reducidas al mínimo, «lo peor es la manipulación que se pretende hacer de la historia con fines políticos.»

También posó su reflexión en las adiciones al reglamento de la Ley de Monumentos de 1972, lo que desde su perspectiva parte de un error: sabemos, por esa ley, que todos los materiales producto de las culturas prehispánicas son patrimonio nacional, lo que indica que todo el acervo que se encuentra en el extranjero, independientemente de cómo haya salido, pertenece a la Nación.

«Me pregunto: ¿es que se puede pedir prestado lo que es nuestro para después regresarlo? Eso implica reconocer que los materiales arqueológicos fuera del país no son patrimonio nacional, sino que pertenecen a ellos», resaltó Matos Moctezuma, quien tuvo tiempo para agradecer a sus amigos: «a ellos les debo mucho. A mis enemigos, también».

Humor y rigor científico

Una mirada anecdótica de discípulos, amigos todos, pero también de reflexión sobre algunas de las aportaciones del arqueólogo, ya sea en su trabajo profesional, como en los esfuerzos de difusión que ha desarrollado a lo largo de cinco décadas sobre el pasado de México, nutrió la conversación, como cuando López Austin dijo valorar su crítica y las discrepancias que se pueden dar entre colegas y amigos.

«Eduardo y yo hemos dialogado por décadas. Nuestro campo predilecto ha sido las concepciones mexicas acerca de la muerte; la obra de Eduardo en este tema se concentra en tres de sus libros, siendo el primero Muerte al filo de obsidiana, de 1975; el segundo libro, Vida y muerte en el Templo Mayor, de 1998, lo escribe Matos con el firme enfoque teórico materialista de los 58 años. Para La muerte entre los mexicas, de 2010, utiliza la erudición alcanzada, compara las concepciones de la muerte con el pensamiento de otras culturas del mundo.»

Si bien no han coincidido ambos en todas las propuestas, «lo que es absolutamente normal entre los científicos», recordó el investigador emérito de la UNAM: cómo se dio en el tercero de los libros, una discrepancia, donde el arqueólogo critica firmemente las conclusiones a las que llegaron Alfredo López Austin y Leonardo López Luján.

«La referencia de la discrepancia me sirve para reconocer en Eduardo una de sus grandes virtudes: somos amigos, viejos amigos y el mutuo afecto no interfiere en el cumplimiento de su deber científico de expresar el desacuerdo; más allá, su crítica es sólida, apoyada en argumentos claros y contundentes, y la expresa en los términos más respetuosos que exige el ejercicio profesional. Qué distancia, lamentablemente, de otros colegas que quieren usar el estrado académico como peldaño o que lo convierten en megáfono de ofensas: las críticas de Matos son serias, leales y correctas.»

Mercedes de la Garza, investigadora emérita del Centro de Estudios Mayas de la UNAM, se refirió al arqueólogo, historiador y poeta que se conjugan en Matos Moctezuma, “cuyos logros se basan en hallar el vestigio del pasado e interpretarlo, escuchar su mensaje, sacar su espíritu, compenetrarse en su significación».

«Vivir la felicidad profunda de rescatar tanto las grandes obras como los más pequeños fragmentos de un tiempo que se pierde en el pasado silencioso, con la suficiente sensibilidad para comunicarse», enfatizó la investigadora sobre la labor del arqueólogo, de quien dijo: “Matos no sólo ha logrado ocupar un sitio excepcional en la arqueología de México, sino que va mucho más allá de los datos: su arqueología se conjuga con la teología histórica, con la historia, con la etnoarqueología y la iconografía para reconstruir las antiguas creencias y prácticas religiosas”.

«Historia y poesía se funden para escribir sus obras que, al lado de sus hallazgos, le han dado un reconocimiento mundial. Quiero destacar el significativo vínculo que tuvo Matos con las expresiones poéticas de Octavio Paz; así, me he acercado a su libro Octavio Paz y la arqueología, donde ha reunido alguno de los artículos y presentaciones sobre el poeta, a quien se acerca con su propia capacidad poética: ‘Paz’, dice Matos, ‘fue el hombre que supo atrapar el tiempo para convertirlo en poema’.”

El vínculo parte del reconocimiento de Matos sobre la función específica que tiene la poesía de develar el sentido de las obras prehispánicas, de sacar a la luz esa otra lógica, ese otro lenguaje que tiene el artista mesoamericano, «donde el espacio-tiempo es la clave para consolidar el mundo de la religiosidad: la inteligencia y sensibilidad de Matos, abre ámbitos de comprensión difícilmente alcanzados por otros especialistas.»

Y el remate de Mercedes de la Garza terminó por ser un retrato del homenajeado: «Si de niño Eduardo Matos jugaba a enterrar el tesoro, de adulto lo encontró.»

Miradas de los amigos

Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional, ofreció una semblanza de la vida y la obra del arqueólogo, deteniéndose en distintas anécdotas, y se refirió también a sus participaciones, algunas veces fallidas, en montajes operísticos, obras de teatro y hasta en bienales de arte.

David Carrasco, desde la Universidad de Harvard ofreció un acercamiento al diálogo que ha logrado establecer Eduardo Matos Moctezuma con especialistas de otros países, especialmente mediante el reconocimiento obtenido en universidades extranjeras, hasta convertirlo en «uno de los más grandes campeones de la conversación entre la arqueología y la literatura».

Manuel Gándara, catedrático de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), conoció a Eduardo Matos Moctezuma hace medio siglo, cuando impartía una materia de arqueología general, y lo recordó como un maestro divertido, «aunque a veces parecía que se ponía nervioso, y tartamudeaba».

De alguna manera, el arqueólogo le permitió descubrir su vocación como docente, pero también construir una amistad que se agrupó bajo el nombre de «Evenflo», porque «éramos bastante mamilas y, una vez, Matos, fue ungido con el más alto reconocimiento y «como parte del ritual respectivo tuvo que tomar el contenido de la ‘Mamila de oro’, generosamente llena de un ron venezolano: se lo tomó de un sólo golpe, pero siempre me extrañó que no aparece nunca en su currículum, cuando era un gran honor recibirlo», destacó Manuel Gándara.

Sara Ladrón de Guevara, rectora de la Universidad Veracruzana (UV), se refirió al doctor Matos Moctezuma como una fuente de inspiración, en el momento de valorar y conservar nuestro patrimonio y una luminaria para el camino y el despertar de vocaciones en muchos jóvenes: es la prueba de que es posible transformar políticas cuando se ponen de relieve valores más duraderos de los que atañen a las finanzas o a las coyunturas de los poderosos en turno, enfatizó.

«A Eduardo Matos Moctezuma un día se le veía en las excavaciones, en otro aparecía al lado del presidente de México o de visitantes distinguidos: reyes, príncipes, presidentes, jefes de Estado o embajadores que acudían al espacio donde se construyen los ejes de los cuatro rumbos: elocuente diplomático retratado siempre junto a la diosa desmembrada, es la voz autorizada para explicar las culturas prehispánicas, las técnicas y metodologías de la arqueología y la legislación que determina el destino de nuestro patrimonio», en palabras de la también antropóloga.

La sesión Eduardo Matos Moctezuma: 80 años, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.