Gracias a nuestra labor, nuestros empleadores pueden trabajar para el desarrollo económico de los países

Internacional

Marcelina Bautista defiende los derechos de las trabajadoras del hogar en México y en el mundo. Indígena de Oaxaca, llegó a la Ciudad de México a los 14 años sin hablar español y vivió en carne propia la discriminación y condiciones adversas que enfrentan día tras día esas empleadas, por ello comenzó a luchar por la valoración del trabajo doméstico y de las personas que lo desempeñan. En 2015 fundó el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar.

Como muchas otras mujeres indígenas, Marcelina Bautista migró a la Ciudad de México en busca de una mejor vida. Cuando llegó de Tierra Colorada Apasco, un pueblo de 300 personas en su natal Oaxaca, a la capital del país tenía 14 años y no hablaba español: “Ese fue el primer impacto”, dice.

Marcelina se empleó como trabajadora del hogar y sufrió la discriminación, explotación y falta de derechos que enfrentan día tras día las empleadas de ese gremio. Ahí vino el segundo gran choque: “Cambiar mi cultura por la de mis empleadores. Muchas trabajadoras del hogar vivimos ese choque cultural y, por necesidad, tenemos que cambiar”, explica en una conversación en Ginebra para Noticias ONU.

Conocedora del valor de su trabajo, Marcelina se convirtió al paso de los años en una de las principales activistas de los derechos de las trabajadoras domésticas en México y en el mundo y, tras años de lucha, consiguió la fundación del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) en el 2000 y, más tarde, del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar en 2015.

El trabajo doméstico remunerado emplea activamente en México a unos 2,4 millones de personas, el 95% de las cuales son mujeres migrantes, el 70% indígenas. Además, según datos del Gobierno de México, el 70% de esas personas no tiene ninguna prestación formal y el 35% gana menos de un salario mínimo.

El Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) advierte que las trabajadoras del hogar laboran hasta 12 horas al día sin las prestaciones de ley a las que tienen derechos los trabajadores del país.

Un papel importante

Pero Marcelina siempre ha sido consciente de la importancia de su trabajo tanto en el ámbito cotidiano de las familias como en la esfera económica nacional.

“Nuestro papel en un hogar es muy importante. Gracias a nuestro trabajo, nuestros empleadores pueden ser profesionales y pueden trabajar para el desarrollo económico de nuestros países.”

Por eso, considera, “es bastante necesario que las trabajadoras del hogar empecemos a contar con las mismas condiciones que tienen otros tipos de trabajadores. Sin embargo, para lograrlo se necesita una lucha muy fuerte, por ello es que, en el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar, que tiene muy poco tiempo, vamos a cumplir cuatro años, y CACEH empezamos a luchar a través de esta organización desde el año 2000. En el camino fuimos capacitándonos como trabajadoras del hogar y empoderando a otras trabajadoras, que hoy son líderes del sindicato”.

Marcelina relató que, en la actualidad, la mayor parte de las trabajadoras del hogar ya no trabajan de planta en las casas, sino que trabajan por jornada.

Hay  discriminación porque somos trabajadoras del hogar,  porque somos indígenas, porque somos mujeres

“La tendencia es que las trabajadoras del hogar quieran trabajar por día en una casa o en varias precisamente porque hay una gran explotación. Viviendo en la casa hay una explotación donde somos las primeras que se levantan, las últimas en dormir. Estamos a la hora que un empleador o empleadora necesita. No hay un control de horario, de hecho, en México está legalizado que sean 12 horas de trabajo y no ocho como la mayoría de las personas trabajadoras.”

Por si fuera poco, en estas condiciones la discriminación se acentúa.

“No solamente hay una discriminación porque somos trabajadoras del hogar, hay discriminación porque somos indígenas, somos mujeres. Hay discriminación porque realizamos un trabajo en el hogar que es desvalorizado porque es trabajo de las mujeres y, como trabajo de las mujeres, carece de valor.”

Cambiar los conceptos

Respetar los derechos de quienes realizan el trabajo doméstico requiere transformaciones en muchos terrenos, el legislativo entre ellos. Sabedora de esto, Marcelina y sus compañeras trabajan para que las leyes puedan cambiarse “y que las trabajadoras del hogar tengamos los mismos derechos que tienen nuestros empleadores incluso”.

“Ellos a veces tienen días de descanso, y es el día que más trabajamos porque hay que atenderlos. Ellos tienen vacaciones y a veces vamos con ellos, pero para trabajar y no descansar”, evidenciando la mentalidad clasista de la sociedad.

Culturalmente, la relación entre las trabajadoras del hogar y sus empleadores suele no concebirse como trabajo y ése es otro de los grandes cambios que hacen falta.

“Cambiar los conceptos de servidumbre por el de trabajadoras del hogar sujetas de derecho y la relación cultural que existe por una relación de trabajo, de un trabajo digno y empezar a respetar. El hecho de que un empleador nos pida que vivamos en su casa para hacer el trabajo en el hogar, no es que nosotros lo queramos, es una necesidad que ellos tienen, por lo tanto, las condiciones que nos tienen que dar deben ser dignas. Por ejemplo, el pagarnos los servicios para vivir en su casa es una prestación, no es ayuda, y las leyes lo reconocen así.”

Hace falta cambiar el concepto de servidumbre por el de trabajadoras del hogar sujetas de derecho

“Se ve como ayuda y como parte de la familia y eso ha limitado el ejercicio de nuestros derechos. Por eso es importante hoy partir de leyes y que la relación laboral se base en derechos y obligaciones y, sobre todo, que sea un trabajo digno y que tengamos, como dice la Organización Internacional del Trabajo, que habla sobre trabajo decente. Para nosotras es trabajo digno y tenemos que contar con las mismas condiciones.”

El racismo, clasismo y machismo son lastres que todavía asolan a la sociedad mexicana y, desde luego, las trabajadoras del hogar los experimentan a diario, “y si no hay leyes para combatirlos es aún más difícil”, por eso, la OIT busca un nuevo convenio sobre violencia en el lugar de trabajo.

“Incitamos a todos nuestros gobiernos a que aporten a este nuevo convenio y que sea un pacto que verdaderamente represente toda esta desigualdad que existe incluso entre hombres y mujeres.”

Roma, una plataforma para avanzar la lucha

“Quiero agradecer a la Academia por reconocer un filme centrado en una mujer indígena, una de los 70 millones de trabajadores domésticos en el mundo sin derechos laborales, un personaje que históricamente ha sido relegado en el cine”, dijo Alfonso Cuarón, director de la película Roma cuando recibió el Oscar como mejor realizador en febrero pasado.

Desde antes de su estreno comercial, Roma se convirtió en el escaparate de la realidad de las trabajadoras domésticas. Particularmente en México, el filme ha sido un fenómeno social que ha estimulado la reflexión, abriendo una discusión sobre el tema.

Las organizaciones de trabajadoras del hogar de México y Estados Unidos han utilizado la película como plataforma para impulsar la lucha por sus derechos.

La historia de Alfonso Cuarón es muy similar a muchas historias

El gobierno mexicano que asumió el poder en diciembre pasado inició ya un programa de incorporación al sistema del Seguro Social, además de que trabaja en el establecimiento de un salario mínimo para esas trabajadoras, mientras que el Senado presentó una iniciativa de reforma a las disposiciones de la Ley Federal del Trabajo relacionadas con los trabajadores domésticos para igualar sus derechos con los de otros empleados.

Marcelina Bautista considera que Roma les ayuda a crear conciencia entre los diversos actores de una relación de trabajo.

“Usamos Roma como plataforma para sensibilizar no sólo a los empleadores, sino a las trabajadoras del hogar para que sepan que tienen derechos y que ya no podemos ser sumisas.”

“La historia de Alfonso Cuarón es muy similar a muchas historias; sin embargo, lo que cuenta Roma nos compete a muchas personas, tanto trabajadoras como empleadores, como gobiernos, para cambiar. Roma nos está dando grandes reflexiones. Ver este trabajo tan invisible, ver silenciosamente una relación entre dos mujeres, que se da mucho en México y en otras partes. Hay una empatía primero, porque somos mujeres, pero a veces la otra parte se olvida que nosotras tenemos necesidades y que esas necesidades también tienen que ser atendidas”, termina Marcelina.

Entrevista: ONU Ginebra
Producción: Carla García