Espacios de innovación docente, básicos para afrontar desafíos inéditos

Cultura

La construcción de un espacio colaborativo desde la creatividad y la innovación para contender con los efectos de la pandemia es el propósito del taller Nuevas competencias docentes desarrolladas por la crisis del COVID-19 y los retos pendientes, impartido por las doctoras Sandra Alejandra Carrillo Andrés y Esther Morales Franco, investigadoras de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

El objetivo es reconocer en la enseñanza escenarios de colaboración y aprendizaje permanentes, que refuercen las capacidades para enfrentar desafíos y “situaciones inéditas como la que estamos viviendo”, con la convicción de que todos los ambientes académicos son propicios para nuevas habilidades, por lo que este ejercicio está dirigido a aquellos que se enfrentan a la transición digital en un momento disruptivo, indicaron en el III Simposio Iberoamericano en Simulación de negocios, organizado por la Casa abierta al tiempo junto con otras instituciones.

Frente a esa circunstancia es necesario replantear, reflexionar y redimensionar la función del académico en el ámbito de la interacción que supone la educación, como un fenómeno social muy complejo que se da gracias al vínculo alumno-profesor en el entorno de una institución, sobre todo en el contexto del COVID-19, “que vino a sacarnos de esa zona de confort y rutinización de actividades y que exige dotar a los jóvenes” de aptitudes ante el fenómeno de desempleo que se aproxima desde el momento en que están en el aula.

Para saber cómo ven los alumnos al docente o cuáles son los mitos en torno a éste, las especialistas aplicaron una encuesta digital que llevó a conocer que en este momento es visto como guía, acompañante y proveedor de conocimiento, aunque también desearían romper los mitos creados por ellos mismos.

La doctora Carrillo, investigadora del Departamento de Administración de la Unidad Azcapotzalco, comentó que el propio mentor debe terminar con estereotipos como el de la edad o bien con la figura de dioses o intocables para empezar a identificar los retos de la nueva normalidad y buscar alternativas.

Ante la necesidad de actualización se cuenta “con plataformas institucionales, pero nada como empezarnos a situar en esta realidad de los chicos, dónde se mueven y entrar a sus espacios”, pero los profesores deben visualizar qué papel va a jugar el estudiante en este hecho educativo y en esta interacción que está cambiando, pues “ya no es una persona pasiva, receptiva, observadora de información”, sino que está en un plano más activo, al proponer, discutir, crear y colaborar para ser proactivo.

Debido a que también enfrentan incertidumbre y miedo por su salud, y a que han tenido que adaptarse a estas prácticas es indispensable el análisis en torno a las personas que tienen enfrente y con quienes estarán desarrollando, creando y generando algo, es decir, hay que pensar “en torno a la inteligencia emocional, cómo reaccionamos y cómo enfrentamos la frustración, el estrés o la incertidumbre”, subrayó.

La doctora Morales Franco, integrante de la Comisión de Diagnóstico y Estrategia para la Docencia en la Contingencia de Enseñanza Remota de la UAM, insistió en la urgencia de replantear que el alumno debe asumir un rol protagónico más consciente, “ya que los que teníamos anteriormente deben ir desapareciendo”.

Al inicio de la pandemia, en la Casa abierta al tiempo “encontramos que no toda la planta de académicos estaba capacitada con las habilidades digitales y casi dos terceras partes no tenía experiencia absoluta en una educación mediada por la tecnología, mientras en el caso de los jóvenes era peor, pues tres cuartas partes no había tenido práctica en la enseñanza remota”.

Aunado a eso “tuvimos que pasar de un trimestre a otro sin una etapa de reflexión, lo que provocó tensiones adicionales a las originadas por el COVID-19” y las primeras conversaciones con los docentes fueron de incertidumbre sobre la duración de la emergencia sanitaria. Un problema particular de la UAM es que los ciclos escolares se reducen a 12 semanas, “lo que trimestre a trimestre nos genera conflictos en torno a la temporalidad, que en esta situación implicó cambiar horarios, así como reprogramar o perder clases y cursos”.

No obstante “debemos tener claro que entre el conocimiento y la pedagogía hay que situar la nueva tecnología educativa que ahora, más que nunca, adquiere un papel relevante en todas las relaciones sociales, lo que implica replantear nuestras interacciones a partir del manejo de la información, la comunicación, los discursos y otros tantos elementos que entran en juego”.

Las instituciones también deben reconsiderar la tecnología, no solamente en términos del conocimiento sino didácticos, de tal forma que se deben empezar a construir diálogos interdisciplinares y desarrollar habilidades comunicativas basadas en la colaboración y la necesidad humana de acompañamiento, con una sensibilidad de saber que el otro requiere mi apoyo y no tanto que yo lo ilumine”, concluyó.