Entrevista con Yorgos Lanthimos, miembro del jurado de los largometrajes

Cultura

Descubierto en Cannes en 2009 con Kynodontas (Canino), que obtuvo el Prix Un Certain Regard, Yorgos Lanthimos bordea desde entonces con su cine las fronteras del absurdo. Su última película, The Favourite (La Favorita), le valió el Óscar a la mejor actriz a Olivia Coleman. Este año, es miembro del jurado de los largometrajes bajo la presidencia de Alejandro G. Iñárritu. Aquí recuerda sus inicios en Grecia, sus influencias y su método de trabajo.

Tras Kynodontas (Canino) en la sección Un Certain Regard, participó en Competición en dos ocasiones con The Lobster (Langosta) The Killing of a Sacred Deer (El sacrificio de un ciervo sagrado). Tres películas, tres premios. ¿Qué ha aportado Cannes a su carrera?

Ha cambiado mi vida. Kynodontas (Canino) era solo mi segundo largometraje tras Kinetta. Dirigí estas dos películas en Grecia, con pocos medios, rodeado de mis amigos para ayudarme. En aquella época, hacíamos películas por amor al cine, pensando que solo nuestro círculo de amistades iba a verlas. No imaginábamos que estas películas pudieran ser vistas fuera de Grecia. Pero entonces llegó Cannes. Seguido de los premios, los demás festivales, los Óscars… Como director griego, no era tan ambicioso porque la industria del cine apenas existía en mi país. Fue una sorpresa inmensa. Al principio, no sabía cómo gestionar este éxito pero, a continuación, me dio la oportunidad de realizar más películas, a mayor escala. De hecho, después de Alpeis (Alps), conocí a actores anglófonos y fue así como pensé en hacer películas en inglés.

Realizó tres películas en Grecia antes de abandonar el país. ¿Qué motivó esta decisión?

Siempre quise dejar Grecia y vivir una experiencia en otro país. Tras haber realizado mis primeras películas con un presupuesto muy bajo, pidiendo ayuda constantemente a mis amigos o pidiendo material prestado a las compañías de publicidad para las que trabajaba, fui consciente de que no podía seguir así. No podía pedir favores a la gente cada vez. Incluso en el caso de los lugares de rodaje, estábamos restringidos a ir a casa de amigos. Pedíamos prestado todo lo que podíamos: su coche, sus prendas de vestir, su casa. En cierto sentido, eso nos permitía ser espontáneos y libres. Aprendí mucho de esta experiencia pero sabía que si quería hacer películas con más estructura, tenía que irme. La estructura y los medios financieros en Grecia no me permitían realizar el tipo de películas que tenía en mente.

Intento examinar elementos que no se manifiestan de forma consciente en nuestro día a día y ver lo que se esconde bajo la superficie.

¿Cree que la falta de medios financieros favorece la creación?

En cierta medida, sí. Aprendí ciertas técnicas de realización en Grecia que valoro y sigo aplicando en mis nuevas películas. Por ejemplo, no deseo utilizar luz artificial, prefiero trabajar con un equipo pequeño, con poco material y me gusta que mis actores lleven poco maquillaje. En Grecia, rodar así era una necesidad porque no teníamos nada. Con el tiempo, se convirtió en mi método de trabajo. Creo que imponerse reglas y límites ayuda a ser más ejecutivo y creativo. Esto produce un resultado más pertinente y conciso.

Tras Kynodontas (Canino), se le asoció rápidamente con la «Greek Weird Wave». ¿Podría decirnos más sobre el origen de este movimiento? ¿Qué significa sobre la situación de Grecia?

No creo que exista un movimiento de ese tipo. Para mí, se trata solo de un periodo durante el cual una generación más joven se dio cuenta de que podía hacer películas con pocos medios. Y, de repente, toda la comunidad internacional, comenzó a interesarse por esta región del mundo, declarando que estas películas formaban parte de un movimiento específico. A la gente le gusta poner etiquetas. Estas películas que se vinculan con la «Greek Weird Wave» son, en realidad, muy diferentes entre sí. Creo que este movimiento nació de una coincidencia entre películas griegas que tuvieron éxito internacional como Attenberg y Kynodontas (Canino), y una generación de cineastas jóvenes que comenzaron a realizar más películas.

Al comienzo de cada película, aborda temas sociales muy serios que lleva hasta el extremo, hasta lo absurdo…

Es como hacer una experiencia. Tomo una situación de la cual exploro las condiciones extremas y veo cómo reacciona la gente. Eso revela muchas cosas sobre la naturaleza humana. Intento examinar los elementos que no se manifiestan de forma consciente en nuestro día a día y ver lo que se esconde bajo la superficie. Crear este tipo de situaciones en mis películas dice mucho sobre mis personajes pero también sobre las sensaciones del público. Es el motivo por el cual me gusta crear películas ambiguas. Eso permite a los espectadores implicarse directamente y formarse su propia opinión, sin decidir en su lugar.