Entrevista con Alice Rohrwacher, miembro del jurado de los largometrajes

Cultura

Descubierta en 2011 con la delicada Corpo Celeste, su primera película, la directora italiana Alice Rohrwacher se confirmó a continuación con Le meraviglie (El país de las maravillas, Grand Prix en 2014) y Lazzaro Felice (Lazzaro feliz, Prix al mejor guion en 2018) como una de las cineastas a seguir de la nueva generación. Aquí repasa sus inicios y su relación con el cine.

¿Cómo llegó el cine hasta usted?
Por un camino inesperado porque no crecí en contacto directo con él. ¡Pero lo recibí como una agradable sorpresa! Sin embargo, pienso que, durante mi educación, recibí todos los elementos que hoy me permiten hacer cine. Mis padres eran muy abiertos a la imagen y al arte en general: a la pintura, a la fotografía y a la música. Durante mi infancia hubo mucho aburrimiento también. Desde mi punto de vista, es un elemento muy importante.

¿En qué momento se impuso como una evidencia incontestable?
Mientras estudiaba en Turín. Fue entonces cuando comencé a alimentarme de cine. Veía muchísimas películas pero sin imaginarme que un día me convertiría en directora. Luego me beneficié de una feliz coincidencia: tenía un amigo que tenía un proyecto de documental y que me propuso ayudarle. Inmediatamente me pareció un trabajo maravilloso. Durante la realización de la película, también comprendí que tenía ganas de dar la posibilidad a la gente de ser otra persona. De contar historias.

Sin embargo, continúa buscando la realidad a través de sus ficciones…
Me encanta el lado frontal del documental pero mi timidez provoca que no logre filmar a la gente sin pedirles permiso. Logro captar muy bien las situaciones con mis ojos y analizarlas con mi cabeza pero no con una cámara. Necesito preparar demasiado las cosas. Para mí, el documental es muy importante porque permite aprender a formarse un punto de vista sobre las cosas.

«Los errores son como agujeros que dejan entrar la luz».

¿Cuál fue el elemento que desencadenó Corpo Celeste, su primera obra de ficción?
Mi encuentro con mi productor, Carlo Cresto Dina. Había visto el documental que había hecho y me propuso escribir un largometraje. Como había trabajado como asistente en un teatro de Turín, tenía una visión de conjunto de la puesta en escena. Pero no un punto de vista como directora. Nunca había visto un auténtico rodaje en toda mi vida.

¿Cometió errores?
Hablamos a menudo de errores, entre nosotros, en el jurado. Para mí, tienen más valor que la perfección. Son como agujeros que dejan pasar la luz. Por ejemplo, el guion de Corpo Celeste estaba plagado de errores, pero emergía de lo más profundo de mí misma.

¿Esta pureza sigue estando presente tras tres películas?
Creo que la perdemos el día en que comenzamos a descansar en nuestros laureles. Todavía estoy lejos de encontrarme en esta situación. ¡Todavía existen tantas cosas que me gustaría aprender!

¿Qué parte deja a la improvisación en sus películas?
Me gusta que un guion me coloque en situaciones de incomodidad. La consecuencia es que nunca intento escribir una película que esté segura de poder realizar. Pero la realización siempre está muy escrita y controlada.

¿Sigue la misma filosofía con sus actores?
Absolutamente. Me gusta crear relaciones muy libres y alegres con los actores y las localizaciones de cada uno de mis rodajes. Pero como siempre reúno a actores profesionales y a actores aficionados, siempre preparo muchos ensayos, un poco como en el teatro. Para hacerlo, trabajo con una amiga que es coach.

¿Qué es lo que más le gusta de la realización?
La diversidad del recorrido. Siempre me gusta efectuar este viaje, que pasa del desierto al bosque. Todas las etapas de la realización tienen valor una vez unidas. Considero que todas las etapas son importantes.

¿Cuál es su filosofía detrás del uso del Super 16?
Me parece tan bonito. Entre esa película y yo, es como un juego de seducción. Tratamos de seducirnos mutuamente, de domesticarnos. Pero ni la película ni yo hemos tenido nunca el control absoluto de la relación. Me gusta trabajar con límites y el Super 16 me lo permite.

¿Está en contra del cine digital?
No, pero el Super 16 es una tecnología que funciona muy bien, así que ¿por qué no utilizarla? No creo que los motivos que han provocado que esta tecnología desapareciera en cinco o seis años le hayan hecho bien al cine. Si abandonamos definitivamente una tecnología por otra, es necesario que sea por motivos artísticos y no solamente económicos.