El tonto de la minoría hoy, será el maje de la mayoría mañana…

Deporte

Carlos Gálvez
En los últimos 19 años, México ha tenido una apertura democrática capaz de permitir la alternancia en el poder de 3 distintas fuerzas políticas, aglutinantes en gran medida de la ideología formal e institucional que conforman nuestro espectro político nacional.
En todas las elecciones, pero particularmente a partir de la alternancia en el año 2000, se comenzó a observar una participación intensa de lo que la democracia representativa conoce como: “mayorías y minorías”, y no es que antes de ese año no existiera la intervención de ambas configuraciones, pero se ubicaban de una forma marginal dentro de un sistema “democrático” que no permitía la efectiva competencia político-electoral.
La evolución de los medios y la convergencia de los aparatos electrónicos, que nos permite tener en un solo dispositivo la capacidad de leer y comentar noticias, transmitir imágenes, audios o cualquier herramienta que logre el efectivo intercambio de información e interacción bidireccional, han abonado al crecimiento de un ciber-activismo, potencializado desde, para y por las redes sociales.
Así pues, hoy nos encontramos en una constante batalla digital, para legitimar quién es el más “tonto” o el más “racional” respecto a las motivaciones para ejercer el sufragio y su posterior apoyo a la implementación de políticas públicas por parte de los elegidos.
No debemos olvidar que la mayoría y su contraparte, representan a ganadores y perdedores, con las identificables consecuencias emotivas que esto acarrea: frustración, desesperación, enojo, impotencia y desconfianza por parte de unos, exaltación, euforia, apoyo incondicional y triunfalismo por parte de los otros.
Con lo anterior, entramos al curioso caso mexicano, en donde todos aquellos ciudadanos que tenemos alguna simpatía o antipatía política dentro del ámbito partidista, ya hemos estado de ambos lados de la moneda, por lo menos en alguna ocasión.
En 19 años, el nivel educativo se ha mantenido relativamente constante, la tasa de alfabetización, deserción escolar y grados cursados es muy parecida, asimismo, la situación económica, la actuación de los medios, el incremento del padrón electoral, los votantes efectivos y el abstencionismo, también han sido similares, es decir, el nivel sociocultural y el entorno electoral es casi el mismo y no se advierte una situación espectacular que permita afirmar que exista manipulación ideológica a los ciudadanos, por ello se puede decir que las mismas personas han votado por diferentes alternativas en 3 ocasiones distintas. Por su puesto que se debe hacer la diferencia entre voto duro, voto de castigo, el voto útil, etc., pero de manera general se observa que la máxima de la democracia se ha cumplido, las minorías se pueden convertir en mayorías y viceversa.
Yo no voté por él, hashtag: Así no.. ni uno más.. me dueles México, o escribir: no es mi presidente, no me representa, son solo algunas frases que se pueden leer en las redes, y que en cierto modo se consideran saludables dentro del marco de la oposición y del contrapeso efectuado por las minorías.
Sin embargo; acusar de “tontos, manipulados o borregos” a más de treinta millones de mexicanos por haber elegido una opción distinta a la nuestra, es un verdadero exceso que merece ser aclarado en estas líneas.
El voto como acto de voluntad en el que la razón y la emoción forman parte de una decisión, está más allá de una palabra tan simple como el de la manipulación, éste tiene más que ver con una autovaloración, la percepción de líderes y candidatos, la calidad de los funcionarios, el entorno inmediato que nos rodea, los servicios públicos, el trabajo, el transporte, el medio ambiente, sus posesiones y la seguridad con la que éstas se disfrutan.
Normalmente los derrotados hacen referencia a su inmunidad contra las acciones manipuladoras de entes exteriores que lograron convencer a un gran número de votantes, débiles y poco intelectuales, por otra parte, las mayorías ejercen una actitud arrogante que enaltece la superioridad que otorga el saber que su opinión, idea y visión del mundo, es compartida por más de uno, lo cual proporciona una errónea percepción de verdad y de razón.
No es más tonto, ni más listo, el que votó por Fox, que el que votó por AMLO, por imaginar un cambio o una esperanza, nada tiene que ver la manipulación cuando los resultados electorales son consecuencia del desempeño en el gobierno y la confianza que generan las instituciones para con sus gobernados.
También es importante señalar que las expresiones vertidas en las redes, las críticas o la valoración de políticas públicas, obedecen más a una participación ciudadana empeñosa, reclamante pero al final de cuentas aficionada, inexperta y en algunos casos ignorante sobre la dificultades que presenta el proceso de implementar estrategias y actos de autoridad, donde la evidencia la argumentación e incluso la persuasión se utilizan dependiendo del instrumento de medición que cada ideología prefiera.
Por ello debemos tener cuidado con la forma en que conceptualizamos la política y su representatividad, ya que en algún momento podemos ser el tonto de la minoría que mañana se convierta en el maje de la mayoría.
twitter: @tromba18