El telón de cristal del Palacio de Bellas Artes, joya única en el mundo

Cultura

El próximo 29 de septiembre el Palacio de Bellas Artes cumplirá 85 años de su inauguración. 30 años –de 1904 a 1934— tardaron en completar la obra de lo que en su origen sería el nuevo Teatro Nacional y terminó como el Palacio de Bellas Artes, considerado hoy una de las obras más emblemáticas de la Ciudad de México y del país.
En las casi nueve décadas, uno de los elementos más admirados del Palacio de Bellas Artes, testigo de la presencia de los más destacados artistas nacionales y extranjeros, es su cortina de cristal o telón, una obra de arte en sí misma que no tiene igual en el mundo, pues nunca ha sido repetida en casa de arte por más famosa que sea.
La cortina de metálica es un muro rígido que se levanta a manera de compuerta para proteger a los espectadores en caso de incendio en el foro.
Está decorado con las cumbres nevadas del Valle de México –paisaje que se apreciaba desde Palacio Nacional—y está formado por 206 tableros de 0.90 m2 cada uno y cerca de un millón de piezas de cristal opalescente. Mide alrededor de 12.5 metros de alto por 14.5 metros de ancho, con un espesor de 32 centímetros. Su peso es de cerca de 22 toneladas.
Cuando el presidente Porfirio Díaz ordenó embellecer la ciudad en el marco de la celebración del Centenario de la Independencia, encargó al arquitecto italiano Adamo Boari la construcción del nuevo Teatro Nacional. La idea del famoso arquitecto fue levantar una obra con los más modernos avances de la arquitectura.
En esa tarea se ideó una gran sala de espectáculos, la cual debería tener una cortina o telón que previera la seguridad del público en caso de un incendio en el escenario, algo que preocupaba mucho en esa época. Hoy se sabe que hubo varias propuestas para dicho telón, entre éstas, una del arquitecto húngaro Géza Maróti, pero finalmente se le encargó en 1909-1910 a la prestigiada casa Tiffany de Nueva York.
Louis Comfort Tiffany envío a México al escenógrafo Harry Stoner para realizar el diseño con una vista de los volcanes.
En medidas, composición y peso, el telón de cristal está hecho con doble pared metálica, detrás es lámina acanalada de zinc y por el frente es lámina bronceada compuesta por 206 recuadros que sirven como bastidor a la cortina y contienen más de un millón de cristales opalescentes de dos por dos centímetros de diferentes colores a prueba de fuego y refractarios al calor, mismos que a manera de rompecabezas fueron colocados sobre un mortero especial en el que, en forma de ventanal, se observa el Valle de México y juntos forman la famosa técnica de vidrio de la Casa Tiffany: “en el cual se ve el cristal, se ve la luz, pero no se ve lo que hay detrás”.
Para 1911, el telón ya terminado se exhibió con gran éxito en Nueva York y ese mismo año fue trasladado a México en el buque Monterrey. Se terminó de ensamblar en 1912 en lo que aún se conocía como el Teatro Nacional. Desde un contexto histórico y científico, la obra artística se realizó bajo el avance tecnológico mundial de las estructuras con electricidad que en su momento compaginaba con las novedades de Thomas Alba Edison.
En la actualidad, la gran cortina de cristal del Palacio de Bellas Artes sube a través de una consola de mando, baja por medio de la fuerza de gravedad, ayudada por dos contrapesos laterales que permiten equilibrar el descenso. Unos segundos antes de que la cortina toque el piso, en ambos lados de la pieza se activan dos pistones de aire para amortiguar el golpe, a fin de frenar y evitar daños al caer.
Una sola estructura metálica fija
Se caracteriza porque no se pliega ni se enrolla, es una sola estructura metálica fija y sube en 90 segundos en completo silencio, dejando al descubierto toda la boca-escena del foro. Las 22 toneladas de peso se mantienen ocultas en una bóveda que está en la parte superior con las mismas dimensiones.
Si bien esta cortina de cristal podría calificarse como una pieza pictórica, lo cierto es que de igual manera se puede categorizar como un objeto de diseño magnífico. De acuerdo con los especialistas, “es ahí donde radica su originalidad: en sus sublimes características, que desde hace décadas se han postrado incólumes en uno de los sitios más emblemáticos y entrañables de la urbe”.
Fecha histórica: 20 de enero de 1911
El historiador estadunidense Hugh F. McKean, estudioso de los archivos de Tiffany escribió: “La gran cortina se exhibió en sus estudios de Nueva York antes de embarcarla y los mexicanos la vieron por primera vez el 20 de enero de 1911, adoptándola en su corazón.
“El destino de esta obra es un homenaje al pueblo de México, que la considera uno de sus tesoros nacionales (…) Puede decirse que… el magnetismo de la cortina radica en su propia personalidad, que fue el resultado de la creación de muchas personas inteligentes”.
Los trabajos del Palacio de Bellas Artes se suspendieron en 1916 cuando Adamo Boari regresó a Italia. Años más tarde, entre 1930 y 1934, concluyó la obra el arquitecto mexicano Federico Mariscal, cambiando su nombre de Teatro Nacional por Palacio de Bellas Artes.
Visitar la Sala Principal del recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura abre la oportunidad de admirar esta auténtica y emblemática joya, además de disfrutar de las funciones de ópera, danza, música sinfónica, contemporánea y recitales de excelencia.