El Palacio de Bellas Artes vibró con la voz de la cantautora de Cabo Verde, Elida Almeida

Cultura

Las butacas de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes se fueron ocupando poco a poco y las expectativas crecían sobre la cantante caboverdiana, pues entre los asistentes se escuchaban comentarios acerca de la voz privilegiada de Elida Almeida, con apenas 26 años.
La cantante lució un vestido largo color naranja, con su cabellera atada y zapatillas negras que al término de la segunda pieza musical decidió quitarse para interactuar con el público e invitó a Adriana, espectadora que subió al escenario para aprender los movimientos cadenciosos como lo hacen en su tierra natal.
El programa que interpretó, en el marco del 85 aniversario del Palacio de Bellas Artes, fue Nta Konsigui, Djan Odja, Nhu Santiagu, Di Mi Ku Bo, Nlibra Di Bo, Txicu Branku, Sapatinha, Forti Dor, Toman El, Ki Ta Manda E Mi, Grugo Kaba, Lebam Ku Bo, Sofa y Bersu D´oru.
Fue un recorrido musical tan profundo como sus raíces y en cada recoveco sonoro se encontraba su infancia, su pueblo, sus ritmos, su familia y sus amores. Canciones que cuentan aspectos de su vida, experiencias dulces y amargas que moldearon su existencia.
Originaria de la Isla de Santiago, Cabo Verde, Elida Almeida compuso la letra y la música de la mayoría de las canciones que interpretó con una sinceridad que conmovió a quienes se identificaron con su historia. Y en la velada musical se dio la oportunidad de explicar cada tema antes de cantarlo combinando el portugués con algunas palabras en español.
Elida Almeida es considerada una de las voces más representativas de África que fusiona ritmos populares de larga tradición, provenientes de los años de esclavitud, y que a través de canciones como Nta Konsigui habla de la vida y del mundo.
En alguna de sus interpretaciones recordó a su madre, lo que vivió con ella de pequeña y entre sus notas suaves y largas estuvo su sentir; cada interpretación fue tan intensa y vívida que transportaba a la audiencia a su etapa de adolescencia.
La comunión musical con México fue a través de Bésame mucho, de Consuelo Velázquez, pues todos cantaron a coro mientras la intérprete, como en un arrullo casi imperceptible, se mecía al escucharla. Con su sonrisa y voz cándida robó el corazón de quienes al principio se preguntaban sobre su calidad interpretativa.
El público le brindó una ovación de pie y a coro le pidió que regresara. El encore para sorpresa de muchos fue Quizás, quizás, quizás, de Osvaldo Farrés. Durante el espectáculo el disfrute de estar con el público mexicano fue tal que lo expresó varias veces con “¡Gracias México!”.