El dióxido de cloro es peligroso y no debe ser consumido como tratamiento contra el COVID-19, advierte la OPS

Internacional

A lo largo de América Latina están apareciendo productos derivados de esta sustancia que se utiliza para desinfectar superficies. Varios gobiernos han emitido alertas contra su uso. El dióxido de cloro puede causar trastornos digestivos, cardiovasculares y renales, así como la muerte, si se consume o inhala. Por otro lado, los expertos de la OPS explicaron las declaraciones del director de la OMS sobre que no «existe una solución infalible» contra el COVID-19.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtió este martes sobre los peligros del uso de productos de dióxido de cloro y sus derivados para ser consumidos o inhalados como supuesto tratamiento contra el COVID-19.

“La OPS clara y enfáticamente desaconseja el uso de dióxido de cloro y de sus derivados para ser injerido o inhalado o para cualquier otro uso en humanos, estos productos se usan para desinfectar superficies inanimadas no para seres humanos”, aseguró durante una conferencia de prensa Marcos Espinal, director del Departamento de Enfermedades Infecciosas de la Organización.

Espinal explicó que no existe ningún ensayo clínico o resultado fehaciente de calidad que sugiera que estos productos sean efectivos o eficaces contra el COVID-19.

“Al contrario, es muy tóxico, es un gas amarillento que reacciona químicamente muy fuerte, puede producir la muerte, puede producir diarreas, neumonía y otra serie de eventos. Es imperativo que cuando la gente escuche que estos productos se ofertan, contacte a su ministerio de salud”, pidió el experto.

Varios despachos de prensa reportan que muchas personas a lo largo de América Latina lo están consumiendo, y que es ofrecido como “milagroso” por algunas compañías o personas.

El dióxido de cloro es un gas de color amarillo o amarillo-rojizo utilizado como blanqueador en la fabricación de papel o en plantas públicas de tratamiento de agua; así como en el proceso de descontaminación de construcciones. Al reaccionar en agua, el dióxido de cloro genera iones clorito. Ambas especies químicas son altamente reactivas, por lo cual cuentan con capacidad de eliminar bacterias y otros microorganismos en medios acuosos. Este gas se ha utilizado como desinfectante, y en bajas concentraciones para la potabilización de agua.

El hipoclorito de sodio es un producto de desinfección para uso en superficies inanimadas, comercializado como lejía o lavandina con diferentes concentraciones —alrededor de 3 a 6%—.

La OPS explica que, desde hace varios años, algunos productos que contienen dióxido de cloro o derivados se han promocionado como “terapéuticos” para la cura de diversas afecciones, sin contar con ninguna evidencia científica sobre su eficacia. Frente a la COVID-19, se han promovido en el mercado numerosos productos que contienen dióxido de cloro o derivados, solos o en combinación, que indican falsamente tener propiedades curativas para la COVID-19 e incluso otras dolencias asociadas.

Los peligros tóxicos del dióxido de cloro

Además, el dióxido de cloro y el clorito sódico reaccionan rápidamente en los tejidos humanos y, si se ingieren pueden causar irritación de la boca, el esófago y el estómago, con un cuadro digestivo irritativo severo, con la presencia de náuseas, vómitos y diarreas, además de graves trastornos hematológicos (metahemoglobinemias, hemolisis, etc.), cardiovasculares y renales.

La disminución de la presión arterial puede dar lugar a síntomas graves como complicaciones respiratorias debido a la modificación de la capacidad de la sangre para transportar oxígeno.

Adicionalmente, la inhalación a través de nebulizadores puede generar edema pulmonar, broncoespasmos, neumonitis química y edema de glotis e incluso producir la muerte si se las exposiciones están por encima del valor límite de exposición profesional.

La exposición prolongada puede dar lugar a bronquitis crónica y erosiones dentales. Las concentraciones elevadas pueden ocasionar efectos adversos en distintos órganos, explica la Organización en una guía de su sitio web.

“No debemos utilizar estos productos. Es una recomendación para todos nuestros países porque no existe ninguna evidencia científica, y ha habido reportes de intoxicaciones y situaciones adversas que no queremos”, agregó Espinal.

No es que no haya remedio contra el COVID-19, pero tomará tiempo

Al ser preguntado respecto a las declaraciones del director de la Organización Mundial de la Salud sobre que no “hay una solución infalible para el COVID-19 y puede que nunca la haya”, Espinal explicó que el doctor Tedros Adhanom Gebreyesus no ha dicho que todo esté perdido.

“Es importante poner en contexto que las declaraciones del director general no van en ese sentido, lo que quiere decir es que debemos continuar con las medidas de prevención. Cuando el director habla de un Silver Bullet (Bala de Plata) lo que está diciendo es que va a tomar tiempo. Hay más de 160 vacunas e innumerables medicinas en investigación, pero hay que esperar los resultados.

Espinal dijo que también era necesario recordar, por ejemplo, algunos virus como el VIH, para el cual aún no se logra encontrar una vacuna efectiva.

“Toma tiempo, pero no podemos creernos o pensar que porque tenemos 160 vacunas en investigación ya tenemos la solución. Hay que esperar los resultados y el llamado del director general es a continuar con las medidas de mitigación para reducir esa sobrecarga a nuestros hospitales: el distanciamiento social, las medidas no farmacéuticas, pero no podemos tomarlo como que no va a haber solución. Habrá medicinas, posiblemente vacunas, pero hasta que no tengamos los resultados de los ensayos clínicos, no podemos llegar a conclusiones”, enfatizó el experto.