Easy Rider, oda a la libertad en pleno corazón de la contracultura estadounidense

Cultura

«Road movie» de culto del siglo XX, Easy Rider sigue las andadas de Jack Nicholson, en el papel de un abogado alcohólico que se encuentra con dos moteros narcotraficantes, Peter Fonda y Dennis Hopper, dispuestos a vivir su propio «sueño americano». De California a Nueva Orleans, recorren Estados Unidos en busca de la libertad y del sentido de la vida, codeándose con la contracultura de la época. Presentada en Competición en 1969, Easy Rider se alza por aquel entonces con el premio a la mejor obra novel. Con motivo de su 50º aniversario, esta película excepcional se proyectará en el marco de Cannes Classics y de Cinéma de la Plage. Les presentamos tres buenos motivos para redescubrir esta magnífica obra intemporal.

Su director, representante de la contracultura
En Easy Rider, Dennis Hopper ofrece una visión sin concesiones del falso «sueño americano» y de la sociedad estadounidense de la posguerra, que el director critica a través del viaje iniciático de sus protagonistas. Se trata de una temática apreciada por el director, que más adelante dirigiría The Last Movie y Out of the Blue (Caído del cielo), que vuelven a centrarse en personajes atrapados por un capitalismo devastador, y que ilustran unos Estados Unidos en los que reinan el desencanto y los sueños rotos.

 

La representación que hace de la época, en plena efervescencia de los años psicodélicos 
En su ruta por las carreteras de Estados Unidos, nuestros moteros se cruzan en su camino con los hippies, aislados de la sociedad, que decidieron cultivar sus tierras. Bajo la influencia de las drogas y reunidos en torno a hogueras, los protagonistas comparten sus perspectivas sobre la noción de libertad en el mundo moderno. Al ritmo de las música rock de los sesenta, Easy Rider es un auténtico manifiesto cinematográfico del «flower power» y de la contracultura estadounidense de los años sesenta y setenta.

 

Los espléndidos planos que ofrece de Estados Unidos
Carreteras urbanas, desérticas o rurales… la esencia del viaje de los moteros por las tierras áridas de Estados Unidos queda magníficamente capturada por el director de fotografía húngaro László Kovács, que logra trazar un retrato típico e intacto de la América profunda, tal como la seguimos imaginando hoy en día.