Diagnósticos simplistas de conductas en infantes llevan a la medicalización

Cultura

Los diagnósticos se confunden con clasificaciones, con nombres que describen lo observable, pero sin espacio ni tiempo para preguntarse si ese juicio encaja en las conductas observadas en los menores, lo que lleva a la medicalización, que funciona como arma al servicio de los mercados, aseguró la doctora Gisela Untoiglich en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).

En la presentación del libro Infancias: entre espectros y trastornos –coescrito por ella y Liora Stavchansky, académica de la Universidad Iberoamericana, y en el que desde el psicoanálisis se teje un lazo social para pensar y situar las niñeces– se presenta el concepto de medicalización entendido no como una crítica a la medicina o a los médicos, sino como el cuestionamiento a una forma de pensar la vida, en el que problemas cotidianos se transforman en asuntos médicos.

La también fundadora de la Sociedad Psicoanalítica de Estudios Culturales y Arte explicó que puede hablarse de infancias siempre a partir de un universo simbólico, es decir, del lenguaje, lo singular y lo plural; de ahí que el título del libro se refiera al concepto en plural, lo cual tiene que ver con un conjunto de singularidades y desde ahí el sujeto se reconoce en la diferencia ante un mundo que empuja a lo global, al consumismo y a ser iguales.

“La infancia se diluye en una lluvia de clasificaciones terapéuticas, prácticas pedagógicas y medicamentos que avalan el diagnóstico, donde lo normal cada vez resuena más como un mito moderno, albergando las promesas de libertad y felicidad en el que los narcóticos tienen efecto, no de manera aislada, sino acompañados y determinados por los discursos mediáticos”.

La astucia de los nuevos modelos de control radica en plantear una preocupación excesiva por el niño, su cuerpo y su entorno, que al ser exacerbada por el pequeño no es más que una de las aristas del biopoder sostenida por el hacer vivir y dejar morir que Michel Foucault trabaja en diversos apartados de su obra, explicó.

En ese sentido resulta posible pensar en el incremento de patologías que comprometen a los cuerpos en referencia a la imagen que se pone en juego a través de las adicciones, depresión, intentos de suicidio, anorexias, bulimias, violencia en sus diversas manifestaciones, autismos, hasta la impronta por la saturación de la velocidad del tiempo que es llamado trastorno de déficit de atención e hiperactividad.

La doctora Untoiglich citó al filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien habla del enjambre digital formado por individuos que no conforman un nosotros, sino colectivos fugaces e inestables que producen ruido, no una voz.

“Estamos en una era de soledades hipercomunicadas, ya que tenemos muchos contactos y seguidores en las redes sociales, pero un amigo con quien hablar de verdad cada vez menos”, aseguró la terapeuta.

La psicoanalista refirió que uno de los males del siglo XXI es la depresión, aunque nadie se pregunta por qué cada vez hay más gente con este padecimiento, sino que se buscan soluciones rápidas, no necesariamente porque preocupen los sujetos, sino porque la gente depresiva deja de producir y, fundamentalmente, de consumir.

Las autoras presentaron fragmentos del documental Take Your Pills, de la directora Alison Klayman, que descubre la masiva adicción a los fármacos en las universidades y se centra en la historia, los hechos y la omnipresencia de las drogas de mejora cognitiva en esta era.

El filme examina lo que algunos ven como un nuevo mundo de posibilidades ilimitadas y otros como un viaje acelerado por una pendiente resbaladiza para el cerebro; en el documental la directora habla con muchas personas que usaron y abusaron de estos fármacos para aumentar su productividad, incluyendo a estudiantes universitarios, un ingeniero de software de Silicon Valley y el ex jugador de fútbol americano Eben Britton.