Del acuerdo al no recuerdo… ¿ganamos o perdimos?

Deporte

La campaña de reelección de Donald Trump, no podía haber iniciado de otra manera, más que con la ensayada estrategia del prejuicio y la victimización; artilugios emotivos que le permiten conectar o llamar a la base electoral que en un primer momento le otorgó acceso al poder.
El comercio, la inmigración y las drogas, son los principales temas utilizados para evidenciar “el abuso” que otras naciones han tenido contra el pueblo norteamericano.
Por desgracia para México, en los 3 temas, somos considerados como responsables, o mejor dicho, como “chivos expiatorios” de un discurso nacionalista, proteccionista, arrogante e incendiario, capaz de hacer relucir las tenebrosas fibras del racismo y del odio, interiorizadas en una buena parte de la sociedad estadounidense, sentimientos lamentables, que irónicamente también compartimos como mexicanos y que salieron a flote en las pasadas caravanas migrantes.
Así pues, pasó lo inevitable, y Trump arremetió contra el pueblo mexicano, amenazando con imponer aranceles del 5% sobre todos los productos que ingresaran al territorio estadounidense a partir del 10 de junio.
Las alarmas fueron encendidas de inmediato, el equipo de negociación encabezado por Marcelo Ebrard, canciller de México, se trasladó de emergencia a territorio estadounidense para llevar a cabo las actividades diplomáticas necesarias, obteniendo como acuerdos: el despliegue de la guardia nacional en 11 municipios fronterizos de Chiapas, así como ser receptores de migrantes que soliciten asilo en EUA, hasta en tanto su juicio no sea resuelto, es decir, el endurecimiento de la política migratoria del país.
Como era de esperarse, las críticas de los detractores no se hicieron esperar, de igual forma, los halagos de los simpatizantes tampoco faltaron, pero como ya es tradición en ésta su querida sección, veremos ambas caras de la moneda desde una idea más plural.
Según la oposición, el contingente encabezado por Ebrard, mostró sumisión, incompetencia y novatez, al dejarse intimidar por un berrinche estridente pero incumplible del presidente Trump, asimismo, se les cuestionó por los acuerdos a los que se llegaron en las negociaciones, donde se acusa al actual gobierno de convertirse en el “muro virtual” de nuestro vecino norteño, o peor aún, el haber aceptado en esencia aunque no formalmente, el ser un “tercer país seguro”, lo que contraviene la ideología migratoria con la que Andrés Manuel llegó a Palacio Nacional.
Podemos partir de la idea de que tal vez fuese un berrinche, sin embargo, no haberle dado la seriedad política que se le dio, hubiese repercutido en un impacto económico desastroso para ambas naciones pero especialmente para México , y es que debemos recordar, que si algo caracteriza al mandatario de EE.UU. es la falta de tacto político para referirse a temas que pueden causar conflictos internacionales, Trump nos ha enseñado que sus rabietas se convierten en acciones muy concretas que ponen en verdadero riesgo la economía mundial, incluida por su puesto la de su propio país, tan es así, que apenas hace unos meses, inició una guerra comercial con el gigante de Asia, en la que aún no se sabe a ciencia cierta, cuáles serán las repercusiones.
Otro episodio lamentable, fue la imposición de aranceles el año pasado al acero y aluminio para presionar unilateralmente el final al tratado de libre comercio entre México-Canada y Estados Unidos y dar paso al nuevo T-MEC.
También y recientemente amenazó con retirar el apoyo económico a los países del llamado triángulo norte, -Guatemala-El Salvador y Honduras- por no hacer su parte al frenar el éxodo masivo de migrantes.
Creer inofensiva o “improbable” cualquier amenaza emitida por un personaje soberbio e impulsivo que se sabe el hombre más poderoso, del país más poderoso del mundo, capaz de iniciar guerras comerciales con potencias como China o cualquier otro país y no temer las repercusiones, es simplemente pecar de ingenuos y no asumir el riesgo real.
Se debe entender, que las amenazas de Trump poco tienen que ver con temas económicos y mucho con cuestiones políticas que lo ayuden a lograr su reelección, el pequeño problema es que sus temas políticos se convierten en verdaderos riesgos económicos para nuestra nación.
¿Con qué le podemos negociar al presidente de Estados Unidos, cuál es el as, que se supone tenemos bajo la manga y que ni China tiene, lo amenazamos con tasar el aguacate para el superbowul, los nachos, el tequila o lo acusamos con los Organismos Internacionales en materia económica que poco han podido hacer ante sus desplantes?
Un acuerdo es mejor que nada, y eso no se puede refutar, pero por otro lado, debemos ser muy cautelosos con la idea triunfalista de la negociación, pues Trump nos ha metido a jugar una partida donde él impone las reglas, define su idea de juego, es arbitro y también jugador, por lo tanto pocas son las oportunidades reales que tendremos para ganar.
El líder del país del norte nos hizo rehenes de sus caprichos, tan es así, que ahora cuestiona incluso el acuerdo recién logrado, México tiene cada vez menos margen de maniobra, si estamos dispuestos a convertirnos en el primer filtro migratorio de EUA, el costo será altísimo para los derechos humanos de los migrantes y para la idea de unidad con las naciones de Centro América, pero esa es justo la característica de un acuerdo, ni se gana ni se pierde, se evalúa y se negocia la menor afectación, esperemos tener otras herramientas de negociación que nos permitan dar pelea ante el poderoso vecino, de lo contrario seguiremos a expensas del humor con el que amanezca el insufrible Presidente del país que representa por antonomasia la democracia y la libertad tanto de mercado como de pensamiento.