David Alfaro Siqueiros, artista al servicio del pueblo

Cultura

La estética de David Alfaro Siqueiros es considerada por analistas y críticos de arte como una mezcla de inconformismo crítico y autocrítico, voluntad creadora y tendencia humanista. El muralista mexicano cumplirá, este 29 de diciembre, 123 años de nacimiento, y el próximo 6 de enero, 46 años de haber fallecido, por lo que la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan en ambas fechas a uno de los más grandes artistas y humanistas de nuestro país.

 A José de Jesús Alfaro Siqueiros, más conocido como David Alfaro Siqueiros, se le reconoce como uno de los más destacados pintores mexicanos y es considerado uno de los tres grandes muralistas y exponentes de la llamada Escuela Mexicana de Pintura, junto con Diego Rivera y José Clemente Orozco, además de un apasionado activista político.

 Aunque algunos de sus biógrafos lo consideran oriundo de Chihuahua, su acta de nacimiento lo describe como originario de la Ciudad de México. Realizó sus primeros estudios en Irapuato, Guanajuato, y en 1911 viajó a la capital del país para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria y, por las noches, asistir a la Academia de San Carlos, donde inició su activismo al involucrarse en una huelga estudiantil en protesta por el método de enseñanza en la institución. 

 Tenía apenas 18 años cuando se unió al Ejército Constitucionalista de Venustiano Carranza para luchar contra el gobierno de Victoriano Huerta, y luego combatió a Villa y Zapata. Tras su participación en la lucha armada regresó a la pintura y viajó a Europa en 1919. En París absorbió la influencia del cubismo, intrigado en particular por la obra de Paul Cézanne. Allá se encontró a Diego Rivera, y comenzó su carrera legendaria en el muralismo.

A principios de los años 20 realizó obras murales en diversos edificios públicos. En su deseo de crear un arte al servicio del pueblo, expresado mediante la pintura mural, buscó espacios completos y superficies cóncavas y convexas que le permitieran captar el rápido tránsito del espectador contemporáneo.

Su concepción de la plástica

Siqueiros concibió una composición dinámica, en la cual precisó los valores cambiantes de los cuerpos geométricos en el espacio, así como la importancia determinante de los fenómenos ópticos en la pintura mural. Su inclinación por lo experimental lo llevó tanto al empleo de materiales plásticos modernos (silicón, vinelita, piroxilina y acrílico), como al estudio escrupuloso de la química de los pigmentos. A este empeño se debió la constitución y funcionamiento del taller para la investigación química plástica, el cual se estableció en el Instituto Politécnico Nacional.

Siqueiros fue miembro del Partido Comunista Mexicano y, además de participar en la Revolución Mexicana, se unió a los combatientes en la Guerra Civil española. Debido a su activismo político, en varias ocasiones fue encarcelado y llegó al exilio político.

Además de ser un prolífico editor y creador de publicaciones periódicas, sus aportaciones al arte lo llevaron a merecer importantes distinciones y reconocimientos en México y el extranjero. Fue amigo de destacadas personalidades de la política, el arte, la literatura y la ciencia.

Siqueiros y su arte humanista

 En la obra de Siqueiros –escribió alguna vez la crítica de arte Raquel Tibol– “encontramos inconformismo crítico y autocrítico; voluntad creadora, generosa y vigilante, y reafirmación de un realismo de muchos mayores alcances éticos y estéticos”. Artista y político de carácter radical, Siqueiros no negó la comunión de la pintura, por eso en su obra mezcló la tradición popular mexicana con las preocupaciones del surrealismo y las vanguardias europeas.

Asimismo, Tibol llegó a afirmar que casi la mayoría de los murales de Siqueiros “están compuestos con base en asuntos de franca tendencia humanista que parten o llegan siempre a los temas medulares de las luchas de liberación de los pueblos oprimidos; las luchas de los desposeídos para conquistar una efectiva justicia social, y el repudio a la guerra para oprimir, sojuzgar y envilecer a los débiles”.

Algunas de las obras más destacadas de Siqueiros son La marcha de la humanidad, que ocupa una superficie de 4,600 metros cuadrados de paneles articulados en el Polyforum Cultural Siqueiros, y Del porfirismo a la Revolución, de 4,500 metros cuadrados, en el Museo Nacional de Historia. Además, sus obras Nueva democracia, Tormento de Cuauhtémoc y Apoteosis de Cuauhtémoc son parte fundamental del acervo mural del recinto cultural más importante del país: el Palacio de Bellas Artes.

El escritor José Revueltas lo definió “como hombre y como artista, un gran mural de México en sí mismo, titánico como su obra”.

En julio de 1980, por decreto presidencial, se confirió a su obra el rango de Monumento del Patrimonio Artístico de la Nación, junto con la de José María Velasco, Gerardo Murillo, Saturnino Herrán, José Clemente Orozco, Diego Rivera y Frida Kahlo.

Al final de su vida se preocupó por crear dos instituciones que desarrollaran y difundieran su legado artístico y documental: la Escuela Taller Siqueiros en Morelos (ahora La Tallera) y la Sala de Arte Público en la Ciudad de México, ambas bajo el resguardo del INBAL.