Cristian Mungiu tiende un espejo a la humanidad en R.M.N.

Cultura

Seis años después de alzarse con el Premio al mejor director por Los exámenes (Bacalaureat), Cristian Mungiu vuelve en Competición con un largometraje que evoca la aceptación del prójimo en el microcosmos altamente codificado y desafiante con el extranjero de un pequeño pueblo. Con R.M.N., el cineasta rumano también nos recuerda que el hombre es solo un elemento en medio del mundo.

¿En qué se inspiró para rodar R.M.N.?

La vida es mi principal fuente de inspiración. Siempre parto de un suceso para entender lo que dice de nosotros y del estado del mundo. Para crear R.M.N., documenté y narré un acontecimiento que tuvo lugar en Rumanía a principios de 2020. A medida que iba descubriendo los detalles de los hechos, me di cuenta de lo frágiles que son las nociones de empatía y humanidad. No obstante, no hace falta demasiado para que un ser humano despierte el lado oscuro que alberga en su interior.

¿En qué quería profundizar?

En la manera en la que los miembros de una comunidad se relacionan con los de una comunidad extranjera. A través de este pequeño pueblo en el que habitan rumanos, húngaros y alemanes, intenté reflejar el mundo actual. También quería comprobar cuáles son los límites de nuestra libertad creativa en un mundo asfixiado por lo políticamente correcto.

El pueblo y los bosques circundantes son  muy importantes para el propósito de la película…

Me interesaba esa idea de un gran y espeso bosque en el que estuviera inmersa esta comunidad, a imagen y semejanza de nosotros en nuestro subconsciente. La búsqueda de localizaciones fue complicada, ya que teníamos que encontrar un pueblo en el que convivieran realmente todas estas comunidades. Acabamos encontrando lo que buscábamos en el pueblo de Rimetea, en Rumanía.

«Mi principal preocupación es siempre que la dirección esté al servicio de la veracidad».

Visualmente, ¿cuáles fueron sus preceptos?

Mi principal preocupación es siempre que la dirección esté al servicio de la veracidad: lo que se muestra en pantalla debe ser creíble. Naturalmente, doy mucha importancia a la claridad, el ritmo, la concisión y el progreso narrativo de la historia. Intento que los espectadores sientan lo que hay en la mente y el alma del personaje sin que este lo diga necesariamente a través de las palabras: mediante los paisajes, los decorados, la luz, el encuadre y el movimiento de la cámara.

¿Cómo se desarrolló el rodaje?

Fue muy difícil. Ya había rodado 4 meses, 3 semanas, 2 días (4 luni, 3 saptamâni si 2 zile) (2007) y Más allá de las colinas (Dupa dealuri) (2012) en pleno invierno. En esta ocasión, he añadido multitudes, animales y el personaje de un niño a esta primera dificultad. Todo ello con un presupuesto muy reducido y en un pueblo alejado de la civilización. Para colmo, empezamos a tener bajas entre los miembros cruciales del equipo a causa de la COVID-19. Al final del rodaje, ¡no conocía a la mitad de las personas con las que trabajaba!

¿Tiene algún nuevo proyecto cinematográfico?

En los años 90, pasé mucho tiempo con mi abuela escribiendo todo lo que ella recordaba de su vida. Desgraciadamente, la actualidad se hace eco de su historia: en 1940, los soviéticos decidieron anexionar la provincia en la que ella vivía. Durante la pandemia, he dedicado mi tiempo a reorganizar mis notas para hacer un libro y escribir posteriormente un guion basado en él. De hecho, me estoy planteando adaptarlo de nuevo para hacer una serie.