Arnaud Desplechin sondea el alma humana en Roubaix, une lumière (Oh Mercy!)

Cultura

En Roubaix, une lumière (Oh Mercy!), presentada en Competición, el cineasta se ha inspirado en un documental sobre la comisaría de su ciudad natal para desarrollar una ficción que transcurre entre el drama y el thriller, en la que una pareja de policías se enfrenta a la humanidad de dos asesinas.

Mayo de 2002. Hace varias semanas que el director de documentales Mosco Boucault filma el día a día de los policías de la comisaría de Roubaix. Ante su cámara, dos chicas jóvenes sospechosas de haber estrangulado a una septuagenaria confiesan poco a poco haber asesinado a la anciana para esconder el robo de su domicilio.

Arnaud Desplechin explica que sintió pavor cuando, seis años más tarde, descubrió Roubaix, commissariat central, el resultado de esta inmersión en los entresijos de la policía, un documental proyectado tras la condena de las dos amantes. En primer lugar, por el horror del crimen cometido por las dos jóvenes. Y luego, por la humanidad que emanaba de sus confesiones y, de repente, hacía dudar de su imagen de frías criminales.

«Por primera vez, en dos criminales, descubrí dos hermanas. Eran papeles maravillosos para dar a dos actrices», destaca Arnaud Desplechin, que explora las fronteras de la humanidad en Roubaix, une lumière (Oh Mercy!), su decimotercer largometraje. El cineasta explica que retrabajó la materia prima que mostraba el documental para desarrollar una ficción que bordea lo real y da voz a los «peores tormentos del alma».

Roschdy Zem y Antoine Reinartz encarnan respectivamente al experimentado comisario Daoud y a su joven compañero Louis Coterelle. Los roles de las dos acusadas han sido confiados a Léa Seydoux y Sara Forestier por Arnaud Desplechin, que abordó cada uno de sus testimonios ante la cámara como «la poesía más pura que existe».

El guion de la película, rodado en Roubaix durante siete semanas, ha sido coescrito con la directora y guionista Léa Mysius con la intención de rendir homenaje «a la trivialidad de [sus] palabras o a su misterio». Dos años después de Les Fantômes d’Ismaël (Los fantasmas de Ismael), el director regresa a su ciudad natal, en la que le gusta inspirarse para «inventar historias».