Amparo Dávila, maestra del cuento, vigente por su narrativa vivencial

Cultura

Para la escritora zacatecana Amaro Dávila, quien nació un 21 de febrero, la literatura no está hecha con base en la inteligencia pura o la imaginación, sino en las vivencias, ya que éstas son las que comunican a la obra la sensación de lo conocido y vivido e incluso hace que ésta perdure en la memoria del lector.Esa es la esencia del trabajo narrativo de Dávila (1928), considerada una de las cuentistas más notables de la segunda mitad del siglo XX, y gracias a obras como Árboles petrificados, le valieron el Premio Xavier Villaurrutia en 1977.
De su obra cuentística destacan también Salmos bajo la Luna (1950) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954), entre otros, cuya lectura ha sido disfrutada por lectores de varias generaciones.
Amparo Dávila, oriunda de Pinos, poblado minero de Zacatecas, escribió lo que vivió y experimentó en su infancia: el miedo, el peligro, la muerte, los seres animalizados y lo siniestro, los cuales son temas constantes en su obra.
Su producción poética y cuentística tiene, de acuerdo con especialistas, calidad literaria para las letras mexicanas, por lo que la autora zacatecana es considerada maestra del cuento.
Los biógrafos la describen como una niña rebelde y valiente que pasaba horas aislada en el campo cuando tenía cinco años. Sus primeros estudios los realizó en un colegio de religiosas en San Luis Potosí y abrevó de la literatura que su padre tenía en la biblioteca familiar.
Aunque críticos literarios no la relacionan con algún grupo literario, otros la consideran parte de la llamada Generación de medio siglo; sin embargo, coinciden que es una de las pocas cuentistas mexicanas cuya literatura parece rebasar la realidad sin entregarse a la fantasía. Lo cierto es que su obra impresionó al escritor Julio Cortázar con quien le unió una amistad duradera.
Su trayectoria
En 1950 publicó Salmos bajo la Luna, al que siguieron Meditaciones a la orilla del sueño (1954) y Perfil de soledades (1954); posteriormente se trasladó a la Ciudad de México para cursar estudios universitarios, además de desempeñarse como secretaria del poeta, ensayista, narrador y diplomático, Alfonso Reyes.
Contrajo matrimonio con el pintor Pedro Coronel, con quien tuvo dos hijas y continuó con su trabajo literario al publicar, en 1959, su libro de cuentos Tiempo destrozado y, en 1964, Música concreta.
En 1966 Dávila obtuvo una beca del Centro Mexicano de Escritores y por su texto Árboles petrificados fue reconocida en 1977 el Premio Xavier Villaurrutia.
También le concedieron reconocimientos en 2008 por su obra literaria y en 2015 le otorgaron la Medalla Bellas Artes por sus aportaciones al arte y la cultura de México, otorgadas por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).
Tras recibir el galardón del INBAL en 2015, la autora refrendó la esencia de su obra al señalar que ésta tiene un rigor estético basado no solamente en la perfección formal de la técnica y en la palabra, sino en la vivencia; porque, añadió, “hay textos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos”.
En septiembre de 2013 recibió un homenaje en el IX Encuentro internacional de escritores, Literatura en el Bravo, por lo que se convirtió en la primera mujer que recibió este reconocimiento.
Sus textos Perfil de soledades (1954), Tiempo destrozado (1959), compuesto por 12 cuentos entre los que destacan El huésped, La celda, La señorita Julia, El espejo y Moisés Gaspar, entre otros, así como Música concreta (1964), Árboles petrificados (1977) y Muerte en el bosque (1985), son otros títulos con los que Dávila es reconocida entre los autores mexicanos que han dado a la cuentística textos clásicos en el ámbito nacional e internacional.